Ayer por la mañana mi padre se levantó temprano para ir a pasar unos controles médicos a voluntad propia, se ha recuperado de unas dolencias que le generaron molestias y ya se sentía bien. Me ofrecí para acompañarlo.
En el camino se nos acercó un caballero de aproximadamente unos 80 años, casi la misma edad que tiene mi papá; justo al momento de parar el vehículo por la luz roja, se aproximó por la ventana y dijo: “Me podría brindar una ayuda económica por favor”, mi papá se incorporó y buscando en su sencillera sacó unas monedas, no recuerdo la cantidad exacta, pero no era una cantidad muy significativa, las extendió y le dijo con tono muy amable: “Con el mayor de los gustos”. El otro caballero las recibió, agradeció y se retiró muy calmado.
Hacía de verdad muchísimo tiempo que no escuché una conversación tan agradable entre dos personas mayores, no es tanto la cantidad que puedas ofrecer, es la manera en la que entregas lo que tienes y deseas compartir.
“La cantidad no era muy significativa”, esas son mis palabras, porque con seguridad considero que ninguno de los dos caballeros de esta historia lo vieron así, el verdadero valor de las cosas no radica en la cantidad o el aspecto monetario, hay cosas mucho más profundas como “La Amabilidad” que sin duda alguna tiene muchísimo más peso en cualquiera de las circunstancias. No es casualidad que la nota que se adjunta a la imagen de este post considere a La Amabilidad como un ingrediente secreto de La Felicidad.
Por estos días, tengo la ventaja de poder disfrutar de la compañía de mi padre y es para mí como si estuviese asistiendo a las mejores lecciones de cortesía que se puedan impartir en cualquier curso de post grado o actualización. La cortesía de antes, o esa cortesía que desde hace mucho tiempo ya se ha perdido en las conversaciones cotidianas, por falta de una interacción sincera entre nosotros. O precisamente por falta de un poco más de tiempo.
Tal vez si hiciésemos un pequeño esfuerzo al saludar a nuestros vecinos y devolver el saludo en forma franca y sincera, entregar nuestros mejores deseos en cada una de las oportunidades que tengamos con nuestros semejantes o simplemente sonreír nos pueda ayudar a rescatar valores olvidados como la cortesía, la amabilidad, el agradecimiento sincero y la mejor disposición para compartir lo que por gracia nos ha sido concedido.
No nos va a costar mucho, por el contrario, la inmediata satisfacción que sentiremos nos hará creer que no todo se ha perdido y que a pesar de todas las complicaciones existentes día a día, el mundo, nuestro mundo es todavía un lugar bueno para seguir viviendo. Con caballeros como los de esta experiencia, compartiendo la vida a tu lado, considero que todo esto es posible. Si, con el mayor de los gustos.
¡Hasta la Próxima!
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